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El efecto perverso del mito de la igualdad

Artículos

2022-06-06

¿Por qué todavía hablamos de feminismo? Actualmente, en nuestra sociedad, las mujeres no tenemos ningún impedimento legal que nos limite en el acceso a la educación, en el acceso al mercado de trabajo, en el acceso al derecho a sufragio activo y pasivo, podemos conducir, pasear, vender y comprar propiedades, decidir con quién y cuándo nos casamos y también divorciarnos. En determinados ámbitos incluso se han llevado a cabo políticas de discriminación positiva a favor de las mujeres para alcanzar la equidad de género. ¿Es necesario, pues, seguir hablando de feminismo si los objetivos se han alcanzado? ¿La igualdad formal y legal se ha traducido en una igualdad efectiva y real? ¿O estamos viviendo el efecto perverso del mito de la igualdad?

¿Existen conexiones neuronales del color rosa y del color azul?

¿Niño o niña? Esta pregunta es el inicio de un proceso socializador en el que un niño es leído, desde la cuna, en un sistema de sexo-género que constituye un orden de construcción de las identidades femeninas y masculinas, y que afecta y determina todas las dimensiones de la vida: aspectos sobre su cuerpo, su desarrollo y posibilidades en los aspectos sociales, psíquicos y políticos.

El sexo estaría determinado por unas características físicas del cuerpo (los caracteres biológicos que distinguen a una mujer y un hombre) y el género se refiere a la construcción social y cultural de lo femenino o masculino. Actualmente, la visibilización de las personas intersexo, con rasgos físicos de ambos sexos, y una prevalencia según algunos estudios de 1 cada 250 nacimientos, cuestiona este pensamiento binario de dos sexos. Y se plantea que el concepto de sexo binario se correspondería también con una construcción cultural. Existen estudios científicos que atribuyen supuestos rasgos cognitivos diferenciados a hombres y mujeres, en relación al espacio, dominio verbal y etc, pero debemos tener presente que el cerebro es plástico, se adapta a la realidad y no existe ningún humano no socializado en una cultura, aparte de que la interpretación de los datos y de los resultados nunca es neutro, en la ciencia también existe un componente ideológico.

Los principales agentes socializadores son la familia y la escuela. Seguidas de los medios de comunicación, internet y redes sociales, los grupos de iguales, los productos culturales como los videojuegos, que tienen mucha incidencia en edades complicadas como la adolescencia y generan un intenso debate sobre el control parental.

La familia es el primer agente socializador, cuyos referentes inmediatos de los niños y adolescentes son los padres y madres y miembros de la familia que participan del día a día, y que son los referentes de quienes aprenden los comportamientos sociales, los roles y estereotipos. Desde bebés la diferencia entre género se manifiesta en cómo los llamamos y cómo nos relacionamos con ellos: si son niñas son bonitas, preciosas y ellos son guindillas… Hay una experiencia en este sentido que se practicó con un bebé, cuando era identificada como una niña se la trataba con voz dulce y con delicadeza, si le identificaban como niño le movían más y le hablaban con más energía. Estas conductas continúan en la forma de vestir a los niños, juguetes… y todo ello contribuye a dar mensajes subliminales que las niñas son delicadas, deben cuidar su estética y se capacitan más para las tareas emocionales y curativas, mientras que con los niños se refuerzan valores como la fuerza, la seguridad, el control de sentimientos.

Aunque muchos padres y madres manifiestan que educan de igual modo a los hijos e hijas, la realidad es que los niños aprenden más de las realidades que de los discursos. Por tanto, si el discurso es de igualdad pero la realidad es que las responsabilidades y cargas domésticas no están repartidas de forma igualitaria entre los progenitores, los estereotipos y roles de género ganan terreno. Por otra parte, el trabajo emocional y el empoderamiento son claves en la evolución de la personalidad, es importante que se potencien las capacidades y la esfera emocional y seguridad de forma igualitaria entre los géneros.

La escuela a debate: ¿educamos en igualdad? ¿Cómo está el patio?

La escuela es el agente socializador por excelencia, y acaba siendo un espacio muy importante en el que se abona el terreno de la transmisión de roles de género y la construcción de identidades ya desde las primeras etapas de la infancia.

La lucha por la escolarización de las niñas más allá de una educación básica es una lucha que viene de lejos. Las niñas tenían limitado el acceso a la educación y la educación que recibían era la denominada “culturilla”: alfabetización básica, tareas de labores, y las niñas de clases acomodadas, piano, francés… el fin era prepararlas para ser madres y esposas, y por tanto, no hacía falta que tuvieran un profundo conocimiento cultural y pensamiento crítico. El paso de la escuela que segrega a una escuela mixta no ha comportado la igualdad de condiciones entre los dos sexos y los roles y mandatos de género siguen estando y reproduciéndose. Por eso nace el concepto de coeducación, que no es la coexistencia de niños y niñas en la escuela, sino que pretende superar los estereotipos y cualquier causa de discriminación por razón de género.

Hay varios estudios que señalan que la escuela mixta genera estereotipos sobre los niños y niñas que acaban teniendo percepciones distorsionadas sobre sí mismos. La escuela crece bajo una mirada androcéntrica que invisibiliza a las mujeres y que les crea un sentimiento de inferioridad. Podemos ver dos ejemplos muy claros:

Ejep. 1 – En un estudio reciente [1] se constata que sólo el 7,5% de las figuras que constan en los libros de texto de la ESO son femeninas. Para realizar el estudio se han analizado 115 libros de 19 asignaturas diferentes de toda la ESO. En total, se ha llegado a crear una base de datos con 5.527 personas de referencia citadas en los manuales. De éstas, sólo 690 son mujeres (un 12,8%). Pero si se tiene en cuenta el número de apariciones, las referencias a mujeres relevantes disminuyen hasta el citado 7,5% del total.

Expte. 2 – Otro ejemplo son los patios. Los patios deberían ser espacios educativos puesto que el juego es una herramienta pedagógica excelente. La realidad es que en la mayoría de patios, el espacio principal está ocupado por pistas de fútbol o de baloncesto y en los ratos de ocio se puede ver cómo los niños ocupan este espacio, aprendiendo la dominación del espacio. Y las niñas se distribuyen en los espacios periféricos. En algunas escuelas se está interviniendo el uso de los espacios y se constatan mejoras en las relaciones de los alumnos y una ocupación más igualitaria de los espacios.

La coeducación trabaja para reconstruir y transformar un rol femenino que refuerce las capacitaciones de las mujeres y que el rol masculino sea sensible proactivo con la igualdad, solidario y responsable. En muchas ocasiones los educadores y educadoras no son conscientes del sexismo que impera en las escuelas. Por tanto, hay que focalizar esfuerzos y formación para que los profesionales reviertan esta mirada sesgada y trabajen para superarlos ya que los roles de género acaban marcando la elección de los estudios (no sólo ya que aquí intervienen otros factores como los de clase, origen, etnia, nivel estudios de los padres y madres).

Las consecuencias de lo expuesto hasta ahora se traduce en datos como estos: el alumnado matriculado en Ciclos Formativos de Grado Medio en el curso 2015-2016 en Cataluña [2], en el que existe un porcentaje más alto de mujeres matriculadas son: imagen personal (92,9%), servicios socioculturales a la comunidad (83,5%), textil, confección y piel (84,8%) sanidad (73%), sanidad (73%) y ciclos de administración y gestión (57% ) coincidiendo con capacidades y competencias tradicionalmente adjudicado a las dones. Las chicas, educadas y socializadas en la idea de lo femenino, todavía escogen oficios y profesiones de cuidado a los demás y de ámbitos más sociales. Por otra parte, si nos fijamos en los ciclos tradicionalmente considerados masculinos, los hombres son claramente predominantes: los ciclos formativos de electricidad y electrónica (97,7% de mujeres), fabricación mecánica (97,8%), informática y comunicaciones ( 93,6%), instalación y mantenimiento (97,1%), o transporte y mantenimiento de vehículos (97,8%).

Cuando ponemos la mirada en los estudios superiores, nos encontramos en el mismo tipo de segregación. Por ejemplo, en la carrera de Ingeniería Informática por cada nueve chicos hay una sola chica, aunque históricamente las mujeres han sido claves en el mundo de la informática. Un estudio de la UOC, concluye que las chicas tienden a infravalorarse en ámbitos como en la ciencia, tecnología y matemáticas y consideran que los chicos son mejores en estos campos, aunque ellas sacan mejor notas. Por otra parte, los chicos suelen sobrevalorarse y al contrario de lo que se puede esperar, ni chicos ni chicas consideran que las mujeres sean mejores en lenguas y biología que los hombres.

Partiendo de la realidad de que en la universidad hay una mayoría de mujeres, las mujeres con título universitario son un 60% del total, es necesario ver cómo esta formación cualificada se refleja en su entrada en el mundo laboral. Los datos que obtenemos apuntan a que lo que ocurre en el mundo de la educación se acaba reflejando en el mundo laboral. La denominada segregación horizontal dificulta el acceso a las mujeres a las profesiones típicamente masculinas y las encasilla en las supuestamente femeninas. Según los datos del Idescat sobre la población ocupada por rama profesional y sexo del 4º trimestre de 2016, las ramas donde mayoritariamente hay mujeres son Sanidad y Servicios Sociales, Actividades Culturales y Deportivas, Comercio al Detalle, Educación y Hostelería, por el contrario las ramas en las que predominan los hombres son, entre otras, Construcción, Transporte y Almacenamiento, Agricultura e Información y Comunicaciones.

¿Quién trabaja gratuitamente?

UGT este año inició una campaña en la que denunciaba que la brecha salarial en el Estado Español se encontraba en un 14,9% y que esto equivalía a que las mujeres desde el 08.11.2017 al 31.12.2017 trabajaban gratuitamente. Si este dato de por sí es bastante significativo y alarmante, cabe decir que las mujeres desde hace siglos trabajan de forma gratuita en el espacio de cuidados y familiar.

Tradicionalmente se ha dicho que la incorporación de las mujeres en el mundo del trabajo productivo ha crecido de forma significativa en los últimos años. Tradicionalmente se ha dicho que la incorporación de las mujeres en el mundo del trabajo productivo ha crecido de forma significativa en los últimos años. Es lo que hemos conocido como la división sexual del trabajo, basado en el argumento de la biología. La dona, per la seva capacitat de gestar, era la que es feia càrrec de tot el que tingués a veure amb aquest àmbit: des de la criança dels fills i filles, la cura de les persones grans, les tasques relacionades amb la llar… per contra l’home era el responsable d’aportar els ingressos principals, el que sortia al món exterior, el del treball productiu, de les lleis, de la ciència, de la política… Que també suposa una mirada classista de la història, ja que les dones de les classes populars, les nostres iaies i mares ja treballaven als camps i a la indústria com la tèxtil, però sempre en un segon lloc, moltes d’elles en una economia submergida i invisibilitzada.

Tot y así aceptando que se ha producido este fuerte crecimiento de la incorporación de la mujer al trabajo del mundo productivo en los últimos años, debería haberse equilibrado la balanza y de forma natural los hombres deberían haber asumido más responsabilidades en el mundo reproductivo y las mujeres deberían haber avanzado en el mundo productivo, pero la realidad es que existen datos que confirman que este equilibrio no se ha producido. En “La encuesta del uso del tiempo 2010-2011”, realizada por el Idescat se aprecia cómo la distribución de la jornada entre hombres y mujeres es diferente. La mujer trabajadora sigue teniendo un peso importante en las tareas de cuidados, y de hecho dedica casi el doble de tiempo que los hombres, y los hombres siguen trabajando más horas en el ámbito productivo. Las mujeres siguen asumiendo más tareas no remuneradas y por tanto, siguen trabajando gratuitamente y reduciendo muchas de ellas sus contratos o teniendo jornadas parciales, por lo que además acaban teniendo menos ingresos.

¿Qué es lo que puede explicar que todavía existen estas diferencias? Pues por ejemplo, La falta de conciliación entre la vida personal, laboral y familiar: la incorporación de la mujer al mercado de trabajo ha evidenciado la falta de conciliación entre las diferentes esferas de vida que no se planteaban cuando la división sexual del trabajo imperaba y que es básico para poder avanzar profesionalmente sin tener que renunciar a una plena vida personal y familiar. La consecuencia es que muchas mujeres terminan reduciendo su jornada laboral y contratadas con jornada parcial.

Otra causa también puede ser la desmotivación con la que las mujeres se encuentran cuando quieren evolucionar en su carrera profesional. Es el llamado techo de vidrio: una expresión que hace referencia a la existencia de una especie de tope invisible con el que se encuentran las mujeres y que dificulta su acceso a los niveles de responsabilidad debido a los estereotipos y roles sociales que generan prejuicios hacia sus capacidades profesionales y que van desmotivando a la mujer para evolucionar en su carrera profesional.

El resultado de todo lo expuesto es la denominada pérdida del talento femenino. Conforme la estructura profesional sube la presencia de las mujeres disminuye. La pirámide de la trayectoria profesional del hombre y de la mujer [3], representa una base de titulados universitarios en la que un 60% son mujeres, a medida que vamos subiendo los cargos de directivos estratégicos son ocupados sólo un porcentaje muy bajo por mujeres y sólo un 4,5% de mujeres ocupan direcciones generales en las empresas. Las razones básicas que concluye este estudio es que la pérdida del talento femenino se sustentan en los motivos ya presentados sobre la conciliación de vida familiar, personal y laboral y el llamado techo acristalado.

Hay que tomar medidas urgentes como mejorar y conciliar la vida personal, laboral y familiar, las empresas deben comprometerse a combatir estas desigualdades estableciendo protocolos de igualdad, debe existir formación para las mujeres para que se reconviertan en sus profesiones y que las ayuden a reincorporarse en el mundo del trabajo productivo en caso de que hayan estado fuera por haber estado haciendo trabajo de cuidados, legislaciones que refuercen y obliguen al cumplimiento de medidas positivas hacia las mujeres y una orientación profesional en los estudios, sin sesgo de género, para evitar segregaciones en el mundo del trabajo.

¿La pobreza de la que tiene nombre?

Los datos sobre la tasa de riesgo de pobreza sitúan a los hombres en un riesgo de pobreza en un 18,9% y en un 19% en las mujeres. Analizando este dato podemos pensar que las condiciones son similares pero “El estudio sobre la feminización de la pobreza”, elaborado por CCOO en 2016, alerta de que la pobreza femenina queda invisibilizada, debido al criterio de cuantificar los ingresos por unidad familiar presuponiendo que los ingresos quedan repartidos en partes iguales por cada miembro. Esta premisa hace que no se visualicen por ejemplo, las jóvenes no emancipadas, personas mayores con pensiones insuficientes… Un dato que sí se evidencia es que las familias monoparentales (que las representan un 90% de mujeres) tienen una tasa de riesgo de pobreza de un 34%.

La tasa de paro también sacude a las mujeres, vemos un ejemplo el pasado noviembre en el Estado Español, en el que el 96% de las personas nuevas paradas registradas eran mujeres, procedentes especialmente del sector de servicios (ocupado mayoritariamente por mujeres) . El fin de la temporada alta turística, incluso el adelanto de la Campaña de Navidad y el Black Friday no permitió absorber la pérdida de empleo de noviembre.

La tasa de paro en Cataluña está formada por un 43,8% de varones y un 56,2% de las mujeres. El paro ha castigado tradicionalmente más a las mujeres que a los hombres. En el período de crisis, sí que es cierto que la tasa de paro masculino subió de forma notoria sobre todo por la afectación que tuvo en sectores predominantemente masculinos como el sector de la construcción. Esto conllevó que muchas mujeres tuvieran que salir del mundo reproductivo y buscar trabajo para generar ingresos familiares. Cabe decir que los puestos de trabajo a los que accedían las mujeres no eran trabajos de calificación y con frecuencia precarios. A esto hay que sumar que la mayoría de las mujeres trabajan en el sector de servicios a las personas que ha sido uno de los más castigados en la época de la crisis y más precarizado de lo que ya lo es habitualmente. A esto hay que sumar que la mayoría de las mujeres trabajan en el sector de servicios a las personas que ha sido uno de los más castigados en la época de la crisis y más precarizado de lo que ya lo es habitualmente. Recordamos la reivindicación actual de las camareras de piso de los hoteles “Les Kellis”.

Las condiciones de vida no sólo se pueden valorar en términos económicos, sino también en otras muchas dimensiones como: tener una alimentación adecuada, vivienda digna, nivel educativo, disponibilidad de recursos materiales, vivir en entorno sin violencia, seguridad económica, conexiones y relaciones sociales , tener cubiertas las necesidades de cuidado desde lo público, ingresos propios, posibilidad de reparto del trabajo de cuidados y reproducción, acceso a conocimiento y formación, capacidad de movilidad…

Es necesario hacer especialmente consideración de la salud en las mujeres, ámbito en el que las mujeres sufrimos también la desigualdad. Si es cierto que las mujeres vivimos más años, lo que también es cierto es que lo hacemos en peores condiciones. La crisis económica ha afectado con dureza a la salud de las mujeres. En la última Encuesta de Salud de Cataluña, 4 de cada 10 mujeres padecen una enfermedad crónica frente a 3 de cada 10 hombres, las mujeres también sufren más ansiedad y depresión 22,6% frente al 13,5% de los hombres y un 10, 5% de las mujeres tienen un potencial de riesgo de padecer trastorno mental frente a un 6,5% de los varones. Por otra parte, la visión androcéntrica de la medicina en la que se utilizan más hombres en los ensayos clínicos y los cuerpos de las mujeres están menos estudiados. Especialmente delicado el campo de la obstetricia en que asociaciones como DA LUZ han surgido para pedir más respeto al cuerpo y decisión de las mujeres en los partos.

También en la tercera edad, las mujeres siguen siendo más empobrecidas al percibir una pensión media un 38% inferior a la de los hombres, siendo la prestación media de jubilación femenina de 659 euros, frente a la media de 1.067 de los hombres. Son datos que se explican por el sesgo de género que tiene nuestro sistema de protección social, que da un peso central a las prestaciones contributivas (pensiones y paro) vinculadas a las cotizaciones laborales. Así, muchas mujeres han estado, a lo largo de sus vidas, en etapas sin trabajar o haciéndolo de forma parcial para hacerse cargo de los niños o de personas dependientes.

El hecho de tener ingresos no asegura no caer en la marginación, dependencia y precariedad. La falta de autonomía de ingresos puede llevar a la dependencia de ingresos masculinos, tener ingresos no se garantía de supervivencia y el riesgo de tener gastos imprevistos, y sufrir pobreza energética también sitúa a las mujeres en una situación de inseguridad.

Así pues, la pobreza tiene nombre y nombre de mujer. Es necesario, urgentemente, cambiar el prisma de las políticas del sistema de protección de la seguridad social y de servicios sociales para ajustar las realidades que actualmente provocan desigualdades manifiestas en este campo.

Elecciones 21-D: 7 listas, 6 candidatos y 1 candidata

En 1869, se aprueba el voto masculino pero no es hasta el año 1931, que se consigue la ampliación del sufragio a las mujeres. Es fundamental entender que no permitir votar a las mujeres, se basaba en el cuestionamiento de su capacidad de decisión, que se consideraba excesivamente emocional, y la inteligencia de las mujeres. Aunque había una corriente sufragista que pensaba que la igualdad en el sufragio comportaría la igualdad en todos los ámbitos, había otra corriente que creía que si no se producían cambios en otros aspectos como los ámbitos laborales, o en el ámbito de cuidados… no se alcanzaría la igualdad real.

En la actualidad la presencia de mujeres en la política es todavía claramente insuficiente: aunque hay un 35,2% de concejalas electas, de alcaldesas sólo representan un 18,4%. Cuando llegamos al Parlamento los datos de la última legislatura son más positivos, ya que representan un 40% del arco parlamentario.

A pesar de empezar a estar más representadas en el mundo político, las mujeres ocupan cargos que corresponderían a la “política en minúscula” como los Servicios Sociales y la Sanidad, mientras que los hombres los grandes espacios de “política en mayúscula” como Defensa, Economía , Industria o Urbanismo. Por tanto, seguimos presenciando una segregación que sigue siendo el espejo de los roles que tradicionalmente han ocupado los hombres y las mujeres.

En las elecciones que tienen lugar el 21-D de las 7 listas electorales, sólo una es encabezada por una mujer. Aunque en las bases de los partidos políticos hay cada vez más mujeres militantes, a medida que aumentan las estructuras y el poder de partidos e instituciones, las mujeres desaparecen. Las mujeres sufren también la segregación vertical en la política, es una reproducción de lo que encontramos en la propia sociedad.

¿Por qué todavía hay pocas mujeres en el mundo de la política y porque vemos a pocas como líderes? Algunas de las explicaciones podrían ser por la doble carga de las responsabilidades públicas y privadas y por la cultura de exclusión en la forma de relacionarse las redes de comunicación política y financiera están controladas por hombres. Además, cabe añadir que las mujeres que se dedican a la política son juzgadas de forma más crítica o evaluadas por su estética. Las normas de discriminación positiva, como las normas de paridad o cuotas deben servir para evitar la subrepresentación de las mujeres en estos espacios aunque muchas veces estas normas cuestionan los méritos de las mujeres, curioso que nunca se cuestionen los méritos de los hombres. También existen otras teorías que apuntan a que la ambición es un valor que asociado al hombre es positivo porque se entiende como un objetivo de mejora, pero cuando se asocia a la mujer no tiene el mismo sentido. Cuando una mujer es ambiciosa se le acaba adjudicando el estereotipo que será capaz de hacer cualquier cosa por llegar al poder. Incluso por las propias percepciones de las mujeres la relación de la fama, el éxito, y el dinero lo asociamos de forma negativa ya que nos las asociamos a la ilegalidad de las normas oa la poca ética.

Las normas de discriminación positiva deben servir para alcanzar una verdadera igualdad, cuyo objetivo es que desaparezcan y que su uso ayude a quitar de forma natural los objetivos que se fuerzan con el uso de estas normas.

En cuanto al asociacionismo, a la Encuesta de condiciones de vida y hábitos de la población 2011, del Idescat, vemos que la participación más numerosa y también masculinizada es en clubes deportivos, seguido de la afiliación a sindicatos y partidos. Las mujeres, por su parte, son mayoría en asociaciones ecologistas, de solidaridad y ONG’s, y en las actividades en casales de personas mayores. Así pues, de nuevo, un patrón que responde, una y otra vez, a la norma patriarcal que reserva la política, el trabajo y los deportes para los hombres, y el cuidado de los demás, de las personas dependientes y del entorno en la esfera propia de las mujeres.

Las mujeres han estado y están en los movimientos sociales e históricamente también en las luchas sindicalistas pero a menudo también son obviadas e invisibilizadas. Hay que releer la historia y que estos referentes femeninos sean conocidos por apoderar a las mujeres y convencerlas de que debemos ocupar el espacio público con las mismas condiciones que lo hacen los hombres.

De monjas a putas

En la corriente cultural de mayo del 68, uno de los ejes principales de reivindicación era una nueva forma de disfrutar y vivir la sexualidad. Así como la lucha por el derecho al acceso a medios contraceptivos y al aborto. Lo que se reivindicaba era el derecho al cuerpo, a la libertad y especialmente al disfrute de las mujeres en las relaciones sexuales, los llamados derechos sexuales y reproductivos.

Parece que hoy tanto hombres como mujeres podemos gozar libremente de su sexualidad. Las imágenes con contenido sexual explícito son comunes en los medios de comunicación y en productos culturales como películas. Incluso existe alarma social por el acceso de los y las adolescentes a la pornografía y por algunas prácticas sexuales llevadas a cabo por personas muy jóvenes. ¿Pero tener más relaciones sexuales nos hace más libres?

Recientemente se ha juzgado el caso de la “Manada”. Cinco hombres fueron juzgados por una violación grupal a una chica durante las fiestas de San Fermín. El nombre mediático del caso se basa en el nombre del grupo de whattsap en el que difundieron la grabación de la violación y los comentarios al respecto. Como en tanto otros casos de denuncias por abusos y agresiones sexuales, la estrategia de la defensa se ha basado en el supuesto consentimiento de la chica. Pero este juicio ha servido para poner en evidencia, de nuevo, la revictimización de las mujeres que denuncian. Los medios de comunicación y las redes sociales estaban llenas de noticias y comentarios. Y por supuesto, el foco de atención ha sido la vida anterior y posterior a los hechos de la víctima.

En los últimos días en las redes sociales también se ha viralizado la campaña #metoo para denunciar el acoso y abuso sexual en el mundo cultural. Actrices y cantantes se sumaron a la campaña y miles de mujeres replicaron la iniciativa relatando situaciones de agresiones y abusos sexuales.

Una de las imágenes de mayo del 68 son mujeres quemando sujetadores, como simbolismo de la represión de los cuerpos femeninos. Hoy, una de las posibles imágenes publicitarias de la campaña de Navidad, será el cuerpo de una mujer semidesnuda anunciando cualquier producto. Y existe una gran presión social para alcanzar un canon concreto de belleza femenina, que impone cuerpos imposibles y causa estragos, como los trastornos de la alimentación. A pesar de la supuesta libertad adquirida, el patriarcado sigue sometiendo a las mujeres, cosificándolas e instrumentándolas.

Otro de los temas candentes y que plantea mucha controversia es la dicotomía: prostitución o trabajo sexual. Todos comparten la repulsa y rechazo del tráfico de mujeres con fines de explotación sexual, pero en relación a la prostitución ejercida “libremente”, existen posturas enfrentadas en el feminismo. Por un lado, el abolicionismo que plantea la prostitución como una de las expresiones de la violencia machista. Y por otra parte la vertiente regulacionista, que plantea que es necesario regular derechos laborales y de seguridad social a las personas que la ejercen para evitar su extrema vulnerabilidad.

¿Dónde están las mujeres?

Desde diciembre de 2013 existe un colectivo llamado “Dónde están las mujeres” que analiza la presencia de las mujeres en los espacios de opinión de los medios de comunicación de Cataluña y denuncia su ausencia pidiendo que se dé voz y se escuche a las mujeres expertas en los espacios de opinión de los medios de comunicación. En su manifiesto argumentaban que no puede ser que el 80% de opinadores (hombres) provengan de un 49% de la población y sólo un 20% sean mujeres que claramente se ven sobreprentadas en estos espacios.

Esta ausencia de las mujeres se produce también en distintos ámbitos. L’año 1977 por primera vez una mujer llegó a ser juez en España. Actualmente las mujeres representan el 52,4% de la carrera judicial, pero en la cúpula judicial están ausentes.

¿Y dónde están las mujeres en el deporte? Sólo el 1% de los patrocinios comerciales se destina al deporte femenino. Los estudios reflejan que los deportes femeninos sólo obtienen el 5% de cobertura mediática. Y deportistas de élite femeninas han sido noticia, pero no por sus destrezas o metas alcanzadas, sino por su cuerpo, reciente maternidad o relación sentimental.

¿Cuáles son los roles femeninos en películas, obras de teatro, cómics? El test de Bechdel (también conocido como test de Bechdel/Wallace, Bechdel rule, Bechdel’s law o Mo Movie Measure) es un conjunto de normas para evaluar el machismo. Se analiza si se cumplen las siguientes condiciones:

1. En la película aparecen al menos dos personajes femeninos.

2. Estos personajes deben hablar una con la otra en algún momento.

3. Su conversación debe tratar sobre algo que no sea un hombre. Esta regla no está restringida a las relaciones románticas, sino a cualquier conversación que implique a un hombre (p. ej., dos hermanas hablan sobre su padre). Una variante del test exige que, además, ambas mujeres sean personajes con nombre.

La abundante lista de películas y obras que no superan el test demuestra la visión androcéntrica de la mayor parte de la industria del cine y cultural.

Al mismo tiempo, el lenguaje es un reflejo del pensamiento y el instrumento mediante el cual nos relacionamos y estructuramos las ideas. Y desgraciadamente lo que no se nombra no existe. Utilizar el masculino como genérico supone seguir invisibilizando a las mujeres. Es un esfuerzo, pero es necesario. Hay que prestar atención y empezar a utilizar un lenguaje más neutro y nombrar tanto a mujeres como a hombres.

Estudios recientes también analizan la visión androcéntrica del urbanismo de pueblos y ciudades. Los espacios públicos, calles y plazas, y los medios de transporte no son utilizados por igual. Los hombres y mujeres ocupan y utilizan diferente la ciudad. A modo de ejemplo un alumbrado deficiente genera sensaciones de inseguridad que aleja a las mujeres de algunas zonas urbanas.

El efecto bumerán

En 2004 se promulgó en el Estado español una de las leyes más pioneras en relación a la violencia machista, la LEY ORGÁNICA 1/2004, DE 28 DE DICIEMBRE, DE MEDIDAS DE PROTECCIÓN INTEGRAL CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO. Su objetivo: “La presente Ley tiene por objeto actuar contra la violencia que, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan estado sobre cónyuges o de quienes extiendan o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia.”

Es una ley que establece medidas sociales pero que principalmente supuso una modificación del Código Penal estableciendo unos delitos especiales en los que el sujeto activo sólo puede ser varón y el sujeto pasivo (víctima) una mujer. Por eso ha sido una de las leyes más criticadas, rechazadas e impugnadas incluso por la propia judicatura que la consideraba discriminatoria e injusta por los hombres.

Esa reacción ideológica contra la ley ha generado el mito de las denuncias falsas. Existe la falsa creencia de que las mujeres denuncian por conseguir supuestos beneficios. Y es un rumor tan extendido que la propia Fiscalía de España ha tenido que desmentirlo diciendo que las denuncias falsas en violencia de género sólo suponen un 0,010% del total.

El Parlamento de Cataluña estableció, en el Código de Familia, que el régimen preferente, en caso de separación o divorcio, fuera la guarda y custodia compartida de los hijos e hijas. Esta medida, que debería ser una medida para promover la equiparación real de hombres y mujeres en la crianza y educación de los hijos, constata en numerosos casos el efecto bumerán de las leyes. Así, algunos padres, que durante la convivencia no han asumido tareas de cuidados, amenazan con pedir la guarda y custodia compartida condicionando las negociaciones y los procesos. Y la judicatura sigue otorgando este régimen, en situaciones de violencia, y aunque existan divergencias latentes y abierto entre los progenitores, eternizando así el conflicto.

Los operadores jurídicos, judicatura, abogacía, peritos judiciales, todavía utilizan el llamado Síndrome de enajenación parental, a pesar de la desacreditación de los colegios de psicología al respecto. Interpretan que cuando una criatura rechaza a un progenitor, en su mayoría a los padres, esto es causado por la interferencia del otro progenitor, sin analizar cuál ha sido la conducta del progenitor rechazado. Es desesperante ver cómo todavía los abusos sexuales en la infancia son un tabú que no se aborda.

Es también significativo que la Ley de Igualdad Catalana haya tardado tanto en ser aprobada y no disponga de desarrollo reglamentario, siendo de momento un brindis al sol sin consecuencias jurídicas.

Nos queremos vivas, nos queremos libres

No podemos permitirnos hablar de igualdad en una sociedad donde la violencia machista sigue siendo los titulares de las noticias día tras día. La violencia machista debería ser una prioridad de Estado, una lacra social inadmisible. La violencia comienza con los micromachismos, la violencia cotidiana invisible y sutil, y termina en hechos explícitos y visibles como la violencia física, las agresiones sexuales y finalmente los feminicidios. Ninguno de los aspectos analizados en este artículo es baladí, todos sustentan el sistema patriarcal que fundamenta la violencia contra las mujeres y las niñas.

La igualdad no puede ser un espejismo, no puede ser sólo una declaración de intenciones. Tiene que haber la voluntad real de cambiar la sociedad, una organización política, social y económica que es androcéntrica. Debemos exigir la equidad de género y trabajar para desarticular el modelo patriarcal. Las mujeres no queremos entrar en instituciones y espacios masculinizados y adaptarnos a estas estructuras sino que queremos moldearlas para que sean inclusivas y comporten una igualdad efectiva y real. Y es necesario exigir que todas las políticas públicas y los presupuestos tengan perspectiva de género.

Es necesario volver a explicitar que el machismo y el feminismo no son dos caras de la misma moneda: mientras el machismo es un sistema de opresión, el feminismo es un sistema que busca la libertad y la emancipación, promoviendo la equiparación de derechos y oportunidades y defendiendo el empoderamiento femenino y la capacidad de agencia de las mujeres, para decidir sobre sus vidas. El feminismo es un movimiento que lucha por hacer efectiva la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su artículo 2: “Todo el mundo tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, lengua, religión , opinión política o de cualquier otro tipo, origen nacional o social, fortuna, nacimiento u otra condición”.

El feminismo no es un cuerpo teórico único, existen diferentes corrientes, las llamadas ondas del feminismo: el feminismo de la igualdad, el feminismo de la diferencia, el feminismo queer… Actualmente existen revisiones críticas al feminismo hegemónico, por ser considerado blanco (colonial ) y de clase social. El reto es construir una mirada transversal que no olvide la intersección entre el género y la racialidad, la religión, la orientación sexual, los transfeminismos y la necesidad de construir un feminismo descolonial. Hablamos de feminismo, pero en realidad deberíamos hablar de feminismos para recoger toda esta diversidad.

No podemos olvidar iniciativas de grupos de hombres que hablan de nuevas masculinidades, y reivindican reformular la concepción clásica del ser hombre, deconstruyendo los roles de género.

Actualmente no somos iguales porque no somos libres. No tenemos las mismas condiciones y la sociedad está llena de estereotipos y políticas. Es necesario pues luchar por ser libres y emanciparnos para poder hablar de igualdad y equidad de género. Es necesario pues que el feminismo siga luchando por defender la idea radical de que las mujeres somos personas.

[1] Fuente: Ana López-Navajas, autora del estudio Análisis de la ausencia de las mujeres en los manuales de la ESO. Una genealogía del conocimiento ocultado [2] Fuente: http://iqobservatori.org/els-cicles-formatius-son-mirall-del-patro-de-genere [3] Fuente: Pirámide de la Trayectoria Profesional del Hombre y la Mujer. Estudio de las Mujeres en los Consejos de Administración de las empresas en Cataluña realizado por el Observatorio Mujer, Empresa y Economía.

Artículo publicado en la “Revista de Igualada”, número 57, diciembre de 2017.

 

 

ÉLIA PALOMAS Y OLIVA. Es licenciada en Derecho por la UB y máster de Trabajo y SS por el Colegio de Abogados de Barcelona (ICAB). Postgrado en Relaciones Laborales y Gestión de Personas por la UVic-UCC y máster en Derechos Humanos, Democracia y Globalización por la UOC. Actualmente, es la responsable de Relaciones Laborales y Cuidados de Mujeres Con Empuje.

NATI VERAGUAS AGUILERA. Es licenciada en Derecho por la UB, directora del Servicio de Intervención Especializada en violencias machistas – SIE Igualada, y co-directora de Mujeres Con Empuje. Es miembro de Mujeres Juristas.