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(In) Visibilizadas: las trincheras de las luchas feministas en el mercado laboral

Artículos

2022-06-06

¿Dónde están las mujeres?

Es una pregunta que tanto nos podemos hacer en sectores en los que las mujeres están participadas de forma muy minoritaria 1(construcción, las Tic y sector primario) y no están representadas en los cargos de responsabilidad pero también en sectores feminizados caracterizados por su desvalorización social y su menor retribución en el mercado. Todas ellas sufren una discriminación sistemática: unas chocan con el techo de cristal y otras se encuentran atrapadas en trabajos que a menudo a pesar de ser esenciales, al ser profesiones poco valoradas (porque a menudo son trabajos que han sido históricamente de cuidados y por tanto, no retribuidas ) son las menos reconocidas y más precarizadas. Es lo que llamamos como tierra pegajoso que hace referencia a la barrera invisible de tareas culturalmente asociadas a las mujeres.

Esfera productiva y reproductiva

No puede hablarse de la presencia de la mujer en el mercado laboral sin vincularlo con la esfera personal y familiar. La conciliación, corresponsabilidad y gestión del tiempo se han convertido en ejes vertebradores de cómo construir una mejora de la vida de las personas en todos los ámbitos. Las mujeres hemos constituido históricamente el puntal en el que la familia se apoya, la que soporta toda la carga de los cuidados… Pero el sistema se ha encargado de no reconocer este trabajo como productivo ni transformarlo en retribuido. Como dice Silvia Federici: “lo que llaman amor, nosotros lo llamamos trabajo no pagado”, es el combate contra la naturalización que las mujeres sean las encargadas de asumir de forma gratuita las tareas reproductivas y de cuidado. El capitalismo toma el salario como base para reconocer las actividades productivas y no productivas, así como las personas que lo son o no. En los años 70, vimos que la mujer accedía masivamente en el mercado de trabajo sin tener en cuenta las consecuencias: implicó la mayoría de las veces, que la mujer acabara convirtiendo su vida en dobles jornadas y el intento de convertirnos en “superwoman”, que no es más que una figura creada por un sistema capitalista y patriarcal, que pretende tener a la mujer trabajando dentro y fuera de casa, mal retribuida y juzgada constantemente por su imagen y por su cuerpo.

El acceso a la mujer en el trabajo se vendió en su momento como la liberación de la mujer, y en ciertos aspectos, lo fue pero básicamente por la dependencia económica hacia el hombre (que incluso creó ciertas violencias de muchos hombres que no aceptaban esta situación), pero al cabo de los años el análisis es que no ha permitido la rotura de construcciones socioculturales muy arraigadas y siguen pesando de forma notable sobre las mujeres las cargas de cuidado y de la esfera reproductiva . La mujer se ha integrado en un mundo laboral de varones y pensado para varones. El mercado laboral no ha tenido en cuenta las tareas reproductivas ni de cuidados, puesto que no se percibían como responsabilidad de los hombres que era quien ocupaban este espacio y las consecuencias de ello las encontramos en jornadas inacabables, reuniones fuera del horario laboral , no se han contemplado servicios de guardería, no hay flexibilización de horarios… Todo esto lleva a cuestiones como que las mujeres acaben siendo las que reduzcan sus jornadas laborales y que algunas de ellas acaben dejando sus trabajos , cogiendo excedencias y renunciando a su carrera profesional. Otros acaban renunciando a la maternidad por miedo a perder su trabajo o no ser valoradas como antes de serlo.

Patriarcado y machismo en el entorno laboral

El Patriarcado tiene los tentáculos muy largos y el machismo reside en el ámbito laboral en pequeñas violencias cotidianas como los micromachismos (chistes, tratos sutiles…) desde la brecha salarial por razón de género2 así como casos más graves, como el acoso sexual. 20.300 mujeres sufrieron acoso sexual o por razón de sexo según la Encuesta de Violencia Machista, lo que significa que un 12% de las violencias machistas provenientes de no parejas tienen lugar en el entorno laboral. Las organizaciones y empresas hoy deben ser muy firmes en esta lucha. Es necesario el compromiso de no permitir las desigualdades ni discriminaciones en ninguna de sus formas. La responsabilidad corporativa implica realizar planes de equidad, planes de prevención contra el acoso sexual, planes de conciliación de vida personal, laboral y familiar y adoptar medidas de promoción, formación, mentoraje y carreras profesionales… Hay que trabajar por una cultura corporativa y que las empresas sean espacios seguros y fomentar la promoción e incentivación del talento femenino, visibilizando a referentes y líderes femeninos. Es importante que las empresas entiendan que las personas son el principal activo que tienen y reconocer a los y las profesionales de RRHH como personal estratégico en la organización.

El mundo político y sindical tiene deberes en este sentido, ya que es necesario regular las condiciones de vida y laborales y favorecer la conciliación, la corresponsabilidad y una mejor gestión del tiempo.

Nuevas generaciones y nuevas realidades

Las nuevas generaciones (mileniales y centeniales) llevan tiempo intentando romper este modelo de vida y de trabajo y pretenden que el trabajo no sea el centro, sino la vida. Ya no quieren ser controlados, no quieren la presencialidad (han nacido en la era digital) y quieren sentir que las relaciones de confianza son las que mandan las relaciones laborales. Evidentemente valoran el salario pero sobre todo mucho más el salario emocional: horarios flexibles, beneficios sociales… Unas de sus reivindicaciones es el teletrabajo, que parece haberse convertido en la gran salvadora de esa pandemia. El teletrabajo es un modelo de organización y ejecución de trabajo que debe permitir un modelo de vida mejor, pero esto no se producirá de forma automática.

Se ha demostrado que es necesario regular el trabajo en perspectiva de género, y el teletrabajo si no se regula así, acabará invisibilizando a las mujeres como han hecho otras medidas como la excedencia y la reducción de jornada.

Los feminismos como motor de cambio

Judith Butler dice: “No creo que las mujeres sean el futuro, creo que es el feminismo”. El feminismo/s lo que realmente quiere es un cambio global social, económico y político, en el que ni el género, ni la clase social ni ninguna otra discriminación (diversidad funcional, orientación sexual, origen…) explote y desvalorice a las personas más precarizadas y vulnerables. Hay que tener presencia en el mundo laboral, para que el futuro cada vez más tecnológico, no sea antropocéntrico y se fije en el estándar del hombre blanco y joven y tenga la mirada abierta a todas las realidades.

Las últimas reivindicaciones del 8-M y de la huelga de mujeres, dicen bien claro: “Si las mujeres se detienen, ¡el mundo se detiene!”, por tanto, el feminismo para cambiarlo todo. Si queremos un mundo laboral mejor, pasa por hacer un mundo más sostenible, justo e igualitario.

 

 

ÉLIA PALOMAS Y OLIVA. Es licenciada en Derecho por la UB y máster de Trabajo y SS por el Colegio de Abogados de Barcelona (ICAB). Postgrado en Relaciones Laborales y Gestión de Personas por la UVic-UCC y máster en Derechos Humanos, Democracia y Globalización por la UOC. Actualmente, es la responsable de Relaciones Laborales y Cuidados de DAE.

 

ILUSTRACIÓN DE REHAMOS FEMINISMO.

Artículo realizado para el primer número de la revista “Incómoda”, del colectivo Refem Feminisme, en septiembre de 2020.