Durante el confinamiento por la crisis del coronavirus se nos mostró una cara amable en muchas de las imágenes que nos llegaban de viviendas distintas. Sin embargo sabíamos de otra serie de realidades. Ni todos los hogares ni todas las relaciones son iguales. En este sentido se habló de la posible emergencia de situaciones de violencias machistas: la reproducción o agravante de muchas de las que se daban, o el inicio de nuevas.

El estrés que se podía generar por el confinamiento podía provocar que hombres con personalidades violentas, antisociales o aquellas que deriven su agresividad en la intimidad, proyectaran su malestar hacia sus parejas. De igual modo, situaciones que en otro contexto podrían haberse resuelto, podían desembocar en conflictos y, de ahí, en distintos tipos de agresiones.

Sabido es que, en un ambiente tensado, la violencia psicológica podía aparecer en forma de reproches, malas caras, exigencias, abusos en las tareas, etc. e incluso derivar en insultos, gritos o humillaciones. De igual modo las agresiones físicas, cuando previamente ya se habían dado, podían tener en el estrés del confinamiento un disparador que de nuevo las materializara. Esta misma situación también era una hipótesis en aquellas parejas en las que no se habían dado episodios de violencia física previos, sobre todo con las personalidades masculinas más antisociales y perversas. Otro aspecto a considerar eran las posibles agresiones sexuales. Si mayoritariamente se dan en el seno de las relaciones de pareja, el confinamiento podía favorecerlas, también cediendo a ellas (que no consintiendo) como resultado de una «estrategia» encaminada a calmar situaciones agresivas, que generaron miedo, o previniendo situaciones reconocibles de violencia.

La dificultad de recibir apoyo externo, sin duda alguna, podía dificultar una salida a muchas situaciones. Aspecto que se podía agravar por la posible limitación del uso de teléfonos, dado que una llamada telefónica podría derivar en agresiones de mayor intensidad.

Actualmente sabemos que el número de denuncias bajó durante el período de confinamiento respecto al mismo trimestre del año anterior. Según el balance de las Oficinas de Asistencia a las Víctimas del Delito, durante los 99 días del Estado de Alarma fueron asistidas en la Comunitat Valenciana un total de 3.466 mujeres víctimas de violencia de género (parejas o exparejas de los agresores) . De ellas, 810 fueron nuevas víctimas, un 23,37%, y 2.656 (76,63%) ya contaban con un expediente registrado.

Actualmente, sin confinamiento, pero con la COVID-19 todavía rondando nuestras vidas, debemos prestar atención a aquellas mujeres que pueden seguir afectadas por ella. Mujeres con enfermedades crónicas, diversidad funcional, de edad avanzada, inmigrantes o con problemas de salud mental, que por su vulnerabilidad frente al virus pueden continuar aisladas, relegadas en sus domicilios o con relaciones sociales y familiares limitadas o controladas. Y de igual modo, aquellas que convivan con hombres vulnerables y, por no exponerlos ante la enfermedad, continúan con el aislamiento y la limitación y control de las relaciones sociales.

 

JOSEP ARRANDIS GARCIA. Es trabajador social. Ha estudiado antropología, estudios de género y diferentes corrientes terapéuticas. Ha sido trabajador del Servicio de Intervención Especializada (SIE) de Igualada y colabora con Mujeres Con Empuje en el Área de Formación, Asesoramiento y Consultoría. Escribe en diferentes medios y investiga en violencias y estudios de género.